domingo, 26 de junio de 2011

Crítica a la religión por Lucrecio

Un temor me acomete aquí: no vayas a creer que te inicias en los principios de una ciencia impía y que entras por un camino sacrílego. Al contrario, las más veces es ella, la religión, que ha engendrado crímenes e impiedades. Así en el Áulide, los caudillos elegidos por los dánaos, flor de los héroes, torpemente mancillaron con la sangre de Ifianasa el altar de la Virgen de las Encrucijadas. Cuando las ínfulas que ceñían sus virginales trenzas cayeron en partes iguales por ambas mejillas, cuando advirtió de pie junto al ara a su padre afligido, y los sacerdotes a su lado ocultando el hierro, y los ciudadanos deshecho en llanto a su vista, muda de terror caía de hinojos en tierra. ¡Mísera! No le valía en este momento fatal el haber sido la primera en dar al rey el nombre de padre. Asida por manos de hombres, temblorosa, al ara fue conducida, no para salir escoltada al claro son del Himeneo, una vez cumplido el rito solemne, sino para caer, pura, impuramente, en la misma edad núbil, lastimosa víctima inmolada por su padre, a fin de asegurar a la flota partida feliz y propicia. ¡A tantos crímenes pudo inducir la religión!

Lucrecio

*(La imagen corresponde a un sacrificio Azteca, nada que ver con la Roma y Grecia clásicas)

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